jueves, 20 de febrero de 2014

Culpable… ¿Yo?

Encontré un articulo que exprime exactamente lo que nosotros estamos pensando; la urgente necesidad de conscientizar a la gente sobre la resposabilidad de todos y cada uno en la preservación del medio ambiente!

Culpable… ¿Yo?

Por Mónica Briançon Messinger - 11/02/2014

“Culpable soy yo, por haberte dejado olvidada, por no haberte hecho el amor”, eran, si mal no recuerdo, unas pocas primeras palabras de una canción interpretada por José Luis Rodríguez, El Puma, hace unas tres décadas. La cancioncilla anda zumbando en mi cabeza, cual comezón musical, al mismo tiempo que suenan las palabras del primer mandatario Morales, quien anda culpando al primer mundo por las catástrofes climáticas que sufre el país.
Sin embargo, al contrario de El Puma, el Presidente no se siente culpable ni asume responsabilidad alguna frente a sus palabras o a sus actos.
Si bien el cambio climático se debe a la sobreexplotación de los recursos de este planeta, no necesariamente los que están “arriba” (léase hemisferio norte) son los directos culpables, ya que sólo hay que observar a los que están “abajo”, como los contaminados cielos chinos o indios para darse cuenta que todos los habitantes de este errante mundo tenemos algo que ver en el asunto.
Alguien podrá argumentar que la angurria de los de arriba provoca que los de abajo produzcan como locos, teniendo como resultado a una serpiente que se muerde la cola, empero hay ejemplos en ambos lados que muestran a países con bajos índices de contaminación y altos índices de reforestación. Algo que no ocurre en Bolivia, pues mirando detenidamente se han desmontado 22 millones de hectáreas de bosque boliviano, bajo el beneplácito de las autoridades de turno.
Y así, según el presi, hay varios personajes que son culpables. Unos de la calvicie, los pollos, otra, la bebida negra y burbujeante es responsable por causar “rarines” y de pronto la cooperación internacional es tan hincha pelota que por su culpa termina comprando autos carísimos bajo la excusa que su vida corre peligro.
Le echa la culpa a todo el mundo, deslindando cualquier responsabilidad sobre sus actos y discursos pasados.
La culpa, al igual que la negligencia, supone la voluntaria omisión de diligencia en calcular las consecuencias posibles y previsibles del propio hecho. En sentido estricto es definida como la falta de intención en el sujeto activo de provocar las consecuencias que el acto que emprende suscita, por lo que se dice que no se representó mentalmente el resultado de su accionar, de ahí que recurra al facilismo de decir que “hay que meterle no más, porque después vendrán los abogados a arreglarla”.
Con este argumento lo más fácil es buscar un chivo expiatorio, alguien a quien tirarle el bulto y obrar en la impunidad, porque total el otro es el culpable.
Por ello es más factible insultar al alcalde y decir que no hace nada por la ciudad, en lugar de no tirar basura a la calle, para evitar futuros taponamientos con las consiguientes anegaciones de las avenidas.
Lo mismo pasa en el “cole”, es el otro el que puso un chinche en la silla del “profe”, es el de más allacito quien tiró el globazo, fue la “practicante” la que se equivocó con la dosis del medicamento y fueron los malos asesores gubernamentales los que “mal” aconsejaron a las reparticiones públicas.
Siempre el otro, nunca uno mismo. Empezando desde los hogares donde los permisivos papás permiten que los hijos rompan sus juguetes porque total les puede comprar otros, ya que plata hay a patadas, y terminando en ministros y funcionarios que se lavan las manos frente a medidas que tomaron y que luego entorpecen el funcionamiento del país.
Bolivia es un país que ha madurado lo suficiente como para asumir responsabilidad frente a sus actos, al igual que sus habitantes ¿o es que seguimos parqueados en un estadio infantil, pueril y cándido buscando desesperadamente a quien se haga responsable de nuestras metidas de pata?
La autora es comunicadora social
monica_briancon@bolivia.com

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